Los horrores de la guerra de P. P. Rubens 1637-38. Palacio Pitti de Florencia (Italia) |
Es algo beneficioso para el desarrollo y el autoconocimiento interior, que ayuda en el fortalecimiento de los sentimientos y de la voluntad en el momento en el que se les presente una situación difícil, que deben afrontar con entereza, sentido común, lógica, razón, memoria y conocimiento. Con referencias.
Si no damos a conocer la Historia desde los momentos horrorosos de la misma, olvidaremos, no estaremos preparados y lo que es peor… ¡No sabremos reaccionar! Porque el mal y su aplicación política, económica, militar e incluso personal, está presente en nuestro mundo. Eso sí que es una realidad incuestionable. Se disfraza a veces. Otras se muestra sin rubor.
Somos conocedores de hechos (guerras mundiales, revoluciones, totalitarismos, etc.) explicados a través de sus causas y consecuencias. Pero no profundizamos en su esencia, en sus mecanismos, en sus ramificaciones y mutaciones, en su vigencia, en su atracción. Solamente aportando datos y conocimientos no avanzamos. hay que repensar cómo y qué Historia les transmitimos. Porque al final, acabamos ocultando los sentimientos del ser humano, de la inmensa mayoría de los protagonistas reales, ocultos tras las grandes cifras, procesos y batallas.
El aprendizaje de la Historia debe partir del ser humano, de dentro a fuera y no al revés.
Mostremos cómo lo vivió y sufrió la gente, con nombres y apellidos, con sueños, con familias, con esperanzas y con sus propias vidas. Todas estas vidas se truncan por la acción de unos pocos interesados que luego además se muestran como la solución, como los “salvapatrias”, autodenominandose héroes… Aunque en realidad, la mayoría de ellos solo busca la gloria personal.
Centrémonos en el sans culotte que murió asaltando la Bastilla, el proletario caído en una protesta del siglo XIX, el soldado arrancado de su casa y arrojado a una trinchera lejos de su casa, el judío confinado en un guetto, el fusilado y arrojado a una fosa en cualquier cuneta en luchas fratricidas, el purgado y enviado a trabajos forzados a Siberia, el contaminado por una fuga nuclear… ¿Qué pensaban? ¿Qué sentían? ¿Qué les movía? ¿Por qué se jugaban la vida? ¿Qué entendían de la situación? ¿Cómo les engañaron y/o manipularon?
Detalle de los revolucionarios caídos en el cuadro de Delacroix La libertad guiando al pueblo. 1830. Museo del Louvre en parís (Francia) |
Aprendamos a identificar el mal, que se muestra continuamente.
Como un virus muta y se adapta a las circunstancias. Solamente si lo conocemos bien, seremos capaces de detectarlo. Para ello, es importante conocerse a uno mismo pero yo me pregunto: al ser seres sociales ¿no sería más lógico empezar conociendo a los que nos rodean para conocernos a nosotros mismos? Al menos igual de bien que te puedas conocer tú. La propuesta es partir desde nosotros mismos para conocer el Mundo. Y partir de las personas que nos rodean para conocernos a nosotros mismos.
En una sociedad tecnológica e hiperconectada, el acceso a la información es fácil y rápido en gran parte del mundo civilizado. Por tanto la escuela, no debe seguir centrándose en ser una simple transmisora de conocimientos. Debe ser mucho más. Debe ser el punto de partida para la reflexión, para el conocimiento propio y ajeno, para detectar los mecanismos del mal que nos conducen al desastre y tratar de prevenirlos.
La escuela debe realizar una labor social mucho más intensa y comprometida, basada en el pensamiento al mismo nivel al menos que el conocimiento. Porque el abrumador y condicionado acceso a dicho conocimiento que nos ofrece hoy en día la sociedad a través de Internet y las medios de comunicación satura el raciocinio... Todo está ahí, pero es tan grande la cantidad de cosas y estímulos que se te presentan ante los ojos, que no puedes ver la realidad detrás de las cortinas, de la paja. No encontramos la aguja. No es prioritario ni tan siquiera buscarla.
Hay que facilitar una escuela cuyo primer objetivo sea focalizar los esfuerzos en el desarrollo del pensamiento crítico, empleando las horas de clase en tareas y proyectos que nos ayuden entre otras cosas a conocer lo que pasó, saber a quién le pasó, analizar cómo lo vivió, detectar los mecanismos de los poderosos para alcanzar la situación de no retorno propia del inicio de un conflicto y empatizar con los que sufren rompiendo la burbuja en la que nos tienen metidos.
Hoy en día estamos somatizados, drogados por un falso estado de bienestar que nos impulsa al consumo y a alcanzar lo que no nos podemos permitir. Es una promesa engañosa de buena vida que nos convierte en esclavos del sistema. Es un espejismo de falso éxito y de apariencias basado en la posesión de objetos y en la acumulación de experiencias vacuas a las que hemos sido empujados por la propia presión social a la que estamos sometidos. Hemos vuelto a la caverna platónica y sólo vemos reflejos de la realidad, manipulados e interesados que nos dirigen. Es el cinematográfico Matrix, es el literario Mundo Feliz de Huxley, es la hoguera de las vanidades de nuestras redes sociales, es la sociedad controlada del televisivo Gran Hermano. Son los modelos y los gurús o influencers que sigue la juventud que reinan en estos mares en los que día a día nadan nuestros alumnos, picando en todos los estímulos con forma de anzuelo que les quieren pescar.
La escuela debe hacer un esfuerzo por poner a los alumnos delante de la auténtica realidad que hay detrás de los focos que les ciegan.
Solamente el conocimiento de esa realidad les hará libres. Libres de poder elegir, de poder decidir qué hacer y qué no, libres para no dejarse arrastrar por la sociedad de masas, cada vez más afianzada y consolidada. Mostrémosles que hay algo más que el pensamiento único y que están gobernados por la Dictadura de la Felicidad. Dictadura porque debes renunciar a tu esencia y tu alma como Fausto, entregándosela a la sociedad que te garantizará el bienestar y la felicidad, aunque sea ficticio e irreal. Repitiendo tantas veces una mentira, como decía Goebbels, al final, acabarás creyendo que es real, que puedes alcanzar la plenitud entregando tu alma y tu pensamiento, tu libertad. Hablemos del espíritu crítico y enseñemosles a cuestionarlo todo, a dudar, a proponer, a criticar y a mejorar. Solo así podremos centrarnos en la esencia y avanzar.
Parece que no hemos aprendido nada, porque vuelven una y otra vez los discursos únicos, intolerantes, xenófobos, patrióticos, tristes. Lobos disfrazados de corderos que cada vez se esconden menos. Nos inoculan el miedo a lo desconocido cual virus pandémico para luego ofrecerse como la solución a un problema que no es tal o que tal vez ellos mismos han provocado en beneficio propio. Y lo aprovechan para apretarnos más y más el cinturón. Y estos discursos calan. Calan profundamente. ¿Por ignorancia? Solucionémoslo. ¿Por indiferencia? Despertémosles.
Las nuevas generaciones necesitan un baño de realidad. Las protegemos en exceso estigmatizando determinados temas tabú de los que en muchas ocasiones evitamos hablar en su presencia: el aborto, la eutanasia, la violencia machista, las matanzas y/o catástrofes naturales, el hambre o la pobreza… No se trata de traumatizar. Se trata de prevenir a través de la muestra de la realidad. Al completo, sin tabúes ni cortapisas. Con sentido, pero sin censura.
¿Por qué en ocasiones pasamos por encima de hechos luctuosos tan importantes como el Holocausto, la Guerra Civil, las guerras actuales y anteriores…? ¿Cómo conectamos a los jóvenes del estado del bienestar con la auténtica realidad del mundo actual?
A la generación española del baby boom de los 60 y 70 nos educaron ocultando los hechos verdaderos de nuestra Historia que resultaban vergonzantes de una manera interesada, obedeciendo las pautas básicas de la ley de Amnistía de 1977, que corría un tupido velo sobre lo más oscuro de nuestro pasado en aras de la “supuesta” reconciliación, la paz y la democracia. Una auténtica falacia.
Necesitamos un proyecto educativo nuevo, multidisciplinar que abarque todos los campos del saber incluidas las Humanidades. Aunque sabemos que no interesa. Hay un plan preciso trazado para evitarlo. Más horas técnicas y menos horas humanísticas. Ésta es la realidad de las últimas leyes educativas.
Se ha castigado a la Filosofía, el Latín y el Griego, la Educación Plástica y Visual, la Música, la Historia del Arte… Se las considera “marías”, asignaturas optativas sin utilidad. Quieren que estudien un oficio que tenga salida en el mercado laboral para convertirles en peleles, en más piezas del sistema engrasadas para que siga funcionando la maquinaria fagocitadora del poder económico mundial. A cambio les darán su Soma, su parte del pastel, serás feliz porque querrás tenerlo todo y tal vez cumplas tu sueño y lo consigas. Pero… ¿Habrá algún por qué? ¿Seguiremos preguntándonos quiénes somos, dónde vamos y de dónde venimos?
Yo creo que seremos esclavos de una felicidad ficticia, generada para nosotros artificialmente cual mundo de Truman, donde podrás ser como quieras ser, siempre que cumplas meticulosamente con las normas establecidas, sin salirte de ellas. Porque sino serás un paria, un outsider, un antisistema, un friki, un rarito… Enseñemosles a ser renglones torcidos, fallos del sistema que le hagan avanzar y mejorar.
La Dictadura de la Felicidad cree haber triunfado porque nos hemos acomodado.
Es muy fácil dejarse llevar. Y además nos han convencido de que no hay otra vía, otra verdad más que la que se nos presenta ¿No es acaso eso lo que hacen los regímenes totalitarios? Aut Caesar aut nihil. O César o nada.
Seamos pues libres y ejerzamos dicha libertad mediante la conservación de la capacidad de preguntarnos el por qué de las cosas. Libre es aquel que cuestiona, que no se conforma y que quiere algo más de luz entre tanta oscuridad o algo menos de brillo entre tanto foco deslumbrante que nos permita ver en nuestro interior. Libre es aquel que quiere luchar por un mundo mejor.
La victoria no está en cualquiera de las metas que planteas, si no en el camino que recorras para tratar de alcanzarlas.
Libre no es el que se sale con la suya. Libre es aquel que quiere alcanzar la inalcanzable sabiduría. Siendo conscientes de dicha imposibilidad será cuando podamos avanzar. Y cuanto más lentamente, mucho mejor. El sistema nos lleva con prisas a todos lados. Calma, pausa y tranquilidad también son parte de la libertad. No eludamos ninguna de las piedras de nuestro camino porque con ellas construiremos el hogar de nuestra felicidad. Hay que tropezarse y caer para poder levantarse y ser más fuertes.
Si no dejamos caer a nuestros jóvenes siempre serán débiles y dependientes.
No apreciarán lo mucho y bueno que tienen y que tanto ha costado conseguir. No despertarán. No serán libres. Necesitan una buena “ostia” pedagógica, una buena dosis de realidad bastará.
Y para alcanzar dicha meta, una de las herramientas indispensables, eficaces y al mismo tiempo complicadas de aplicar en nuestra sociedad es y será la empatía. Hay que ponerles en la piel de los que sufren mediante la aplicación de proyectos solidarios de aprendizaje y servicio. Y hay que ponerles en la piel de los que sufrieron y lo que sintieron a través de esta Pedagogía del Horror.
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